Título: El secuestro del transatlántico
Autor: Ernest
Lehman
Título original: The
French Atlantic affair (1977)
Traducción: Edith
Zilli
Cubierta: Garcés/Bosch
Editor: Ultramar Editores
(Barcelona)
Edición: 1ª ed.
bolsillo
Fecha de edición:
1983-02
Extensión: 383 p.;
12x17,5 cm.
Serie: Grandes
éxitos bolsillo
ISBN: 978-84-7386-323-0
(84-7386-323-2)
Depósito legal: NA-67-1983
Estructura: 40
capítulos, epílogo
Información sobre
impresión:
Gráficas Estella.
Estella (Navarra). 1983
Información de
cubierta:
“... con 3.000
pasajeros a bordo y un rescate impagable...”
“Imposible abandonar
su lectura”. Sidney Sheldon.
Información de
contracubierta:
El mundo entero cree
que hace su travesía regular de Nueva York a El Havre con 3.000 pasajeros a
bordo. Y de repente unas pocas personas en tierra y mar conocen la asombrosa
verdad: el transatlántico “Marseille”, de 65.000 toneladas, orgullo de las
Líneas Francesas del Atlántico, ha sido secuestrado secretamente en mitad del
océano por 174 oscuros conspiradores y desviado hacia un punto en el Atlántico
Sur. A menos que se pague un rescate de 35.000.000 de dólares en oro, en
cuarenta y ocho horas, el transatlántico y todos sus pasajeros volarán por los aires.
En una lucha contra
reloj, un grupo diverso de hombres y mujeres en París, Nueva York, Washington,
el Sur de California y en el Océano Atlántico, se afanan por conseguir el mismo
objetivo: impedir la inminente catástrofe.
Entre ellos hay un
célebre novelista americano de dudosa moralidad; un doctor especialista en
geriatría, radio aficionado obsesivo y su atractiva y sexualmente frustrada
esposa; el capitán del buque, exhausto emocionalmente; el director general de
las Líneas Francesas del Atlántico en París; los Presidentes de Francia y
Estados Unidos; una fascinante y joven periodista; el jefe de la Policía
Francesa; un productor-escritor de televisión en Beverly Hills y su valerosa
mujer; un vicepresidente de la cadena de noticias CBS en Nueva York; un grupo
de cerebros eminentes de la “Remo Corporation” de Malibú; y un ordenador
gigante llamado 307.
Escrita con el estilo
ágil que conviene a su intriga internacional, con personajes mordaces y acción
endiablada, EL SECUESTRO DEL TRANSATLÁNTICO es una lectura entretenida y
absorbente que ha dado origen a una sede de T.V. protagonizada por Telly
Savalas, Jean Pierre Aumont, Horst Bucholz, José Ferrer, Donald Pleasance,
Michelle Phillips, Chad Everett, Marie-France Pisier, Louis Jourdan, James Coco
y Shelley Winters.
MI COMENTARIO:
Apilamiento de personajes. Bien podría ser la expresión
que sintetiza esta novela, y muchos de los bestsellers que pulularon en los
años setenta y que hasta ahora aparecen en las librerías. El problema es que esta fórmula de ofrecer una galería de individuos caracterizados a los
brochazos en general cansa al lector, a no ser que esté interesado
particularmente en la temática de la obra.
Un transatlántico francés, el “Marseille”, es secuestrado
por un gran número de complotados, en su mayoría estadounidenses. No se sabe
bien qué perfil tienen: solamente pretenden un rescate multimillonario o de lo
contrario volarán el buque. El capitán hace lo posible por evitar ese
desenlace, mientras una variedad extravagante de personas, desde presidentes
hasta ciudadanos comunes, juegan sus habilidades y sus falencias en esta
situación. Uno de ellos es el escritor Harold Columbine, una parodia de Harold
Robbins, el rey de la novelística norteamericana de masas desde los ’60 hasta
los ’80. No sé si Lehman lo agregó como homenaje, cargada o promoción de su
propia novela.
Llegué hasta la mitad del libro. Lo dejé porque me cansaron
las escenas de relleno que el autor agrega sin interés alguno que no sea
estirar la lectura hasta llegar a la página 383. Hay mucho diálogo innecesario,
muy de telenovela aburrida de la tarde. Si hay algo que destacar es el
ingrediente preponderante de las novelas de los ’70: el sexo. Cada uno de los
personajes termina acostándose con otro, o da a entender que está muy dispuesto
a hacerlo. A veces Lehman llega a descripciones explícitas, aunque con
reiteraciones de frases que dan una tibia gracia (“¡Oh, Dios mío! ¡Oh, cariño…! ¡Oh, Dios mío...!”).
Hay una miniserie que se hizo sobre el libro. Quizás sea uno
de esos casos donde conviene mirar en vez de leer.
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